Por Guillermo Robles Ramírez
Hoy en día nadie cree en el amor incondicional, es aquel famoso “te amo sin importar lo que pase”, es el dar sin recibir nada a cambio, cuando se preocupan más por nuestra felicidad y seguridad incondicional.
Para muchos eso es una fantasía, algo bobo de adolecente fantasioso. Pero si yo le dijera que todos los mexicanos realmente tenemos ese amor incondicional lo más seguro que me juzgarían, pero antes de hacer eso; primero yo lo haría antes. Sí, así como lo está leyendo y mi justificación es por la siguiente razón.
El hecho que no lo vea no significa su inexistencia, y aunque la misma cotidianidad lo hace invisible lamentablemente. Pero en este mes ya se hicieron visibles en nuestra entidad que es imposible que pasen desapercibidos pues en cada esquina y en cada crucero ahí están vestidos de blanco y con una cruz grande de color rojo.
Esas personas vestidas con uniformes blancos solo los vemos como ángeles cuando pasa algún accidente, para auxiliarnos de manera incondicional. Pero ahora están en las calles pidiendo ayuda para fortalecer la única institución que lo da todo sin pedir nada cambio en su momento cuando más lo necesitamos, pero ahora se trata de una contribución voluntaria lo que están haciendo en su recolecta anual.
Siempre presentes en los momentos más difíciles, la Cruz Roja Mexicana se ha logrado consolidar como una de las instituciones más nobles que existen al servicio de la ciudadanía.
Tan solo hay que recordar que esta benemérita organización ha participado de manera voluntaria en un sin número de acontecimientos, que ha marcado la historia de este país, tales como inundaciones y sismos, además de accidentes, que ocurren diariamente.
No hay una sola familia en este país que no haya requerido, en algún momento, de la atención de los paramédicos, enfermeras y todo el equipo de voluntarios que conforman esta organización, que cumple sus 102 años de existencia en el país.
Aunque su origen data desde el año 1863, no fue hasta el año de 1898 cuando La Cruz Roja Española solicitó al gobierno mexicano información acerca de las relaciones entre la instituciones y asociaciones de asistencia pública con las unidades de sanidad.
Años más tarde, el Presidente en ese entonces, Porfirio Díaz, expidió un decreto en el cual México se adhiere a la Convención de Ginebra para el mejoramiento de la suerte de los heridos y enfermos de los ejércitos en campaña.
Desde entonces, la institución comenzó a trabajar, cuando en el año de 1909, la ciudad de Monterrey se ve afectada por una tromba que afectó a más del 50 por ciento de la población, dejando a su paso un gran número de heridos y damnificados.
De esta manera, un grupo de voluntariados liderados por el doctor Fernando López y la señora Luz González, se trasladaron hacia el norte de México, constituyendo la primera brigada de auxilio que abanderó el emblema de la Cruz Roja Mexicana.
Siendo el parteaguas para meses después el 21 de febrero de 1910, el general Porfirio Díaz expidió el Decreto Presidencial en el que se le da reconocimiento oficial a la Cruz Roja Mexicana.
Considerada como única por su noble labor a nivel mundial, fue en el desastre natural más trágico en todo el mundo, el terremoto de México en 1985, que representó para la Cruz Roja, la prueba más dura que habían que enfrentar, hasta entonces.
La magnitud del siniestro fue tal, que a su paso solo se podían observar edificios caídos, gente clamando ayuda, desesperada ante lo que había pasado, sin poder creer lo que observaban.
De inmediato, la institución se coordinó para trabajar en labores de rescate, a pico y pala, ya que en eses entonces el equipamiento era nulo, sin embargo, pese a las dificultades, se logró apoyar y ayudar por días, sacando gente que yacía entre los escombros.
Luego del suceso ocurrido en el año de 1985, una nueva tragedia sacudió al pueblo mexicano, esta vez se trató del huracán Gilberto, que se abatió en las costas mexicanas, desde Yucatán hasta Nuevo León, dejando a sus paso miles de damnificados a quienes se les brindó toda la atención.
Sin embargo, para 1992, un nuevo reto llegaría a la institución, un huracán afectando a Florida, Estados Unidos, por lo que la Cruz Roja se activó, apoyando en los servicios de socorro a los damnificados hispanos.
Estas tareas se realizaron no solo en EU, sino en Cuba, Haití y en otras partes del mundo.
Hablar de la Cruz Roja Mexicana, es hablar de una institución que más allá de las tragedias, ha hecho una labor destacada por los demás, sin importar el día, hora y lugar.
Es bueno recordar su historia en México, y sus logros que han dejado huella de admiración ante los ojos internacionales, pues es necesario que las nuevas generaciones sepan su importancia y no los vean con ojos de indiferencia en los cruceros de las calles de las ciudades del país para su recolecta anual.
A algunos conductores les resulta irritable el tener que dar paso o moverse cuando ven pasar una ambulancia abriéndose paso con su torreta y sirena para acudir algún lugar o trasladar de urgencia algún accidentado, pero sobre todo no falta el “vivo”, que aprovechándose de la situación se abre paso detrás del vehículo de la cruz roja.
Es más, lo que recibimos de ésta institución, que lo que damos a cambio en su recolecta anual para que algún día nos llegue a salvar la vida. Hay que ayudarlos cada vez que podamos para después no tener que cargar con una mala conciencia que por avaros y mezquinos no quisimos dar al menos diez pesitos.
A la Cruz Roja Mexicana no hay que verla como a los nopales, nada más cuando tiene tunas, hay que ser recíprocos y dar ahora y no esperar a que nos pase un accidente o a un hijo, hermano, padre, familiar cercano, amigo o al vecino para poder valorar la nobleza de esta centenaria institución que ojalá y jamás se necesite de ella. Ahora me dará la razón en que todos los mexicanos realmente tenemos un amor incondicional.